¡No corras descalzo! Es la típica frase que suelen decir los padres. Lo hemos escuchado mil veces, sino lo seguimos diciendo mil veces a nuestros hijos intentado que se pongan las zapatillas y no estén por la casa con el suelo tan frío, corriendo descalzos, con miedo a que cojan un resfriado.
Pero no te asustes, nuestros hijos tienen razón. El calzado le impide desarrollar todas su posibilidades. Andar descalzo les posibilita muchos beneficios para ellos a nivel físico y emocional. No se trata de que vayan por la calle descalzos o que vayan a jugar al parque sin calzado, sino que utilicen un calzado, que les posibilite el libre movimiento y apoyo, pero que la vez le proteja.
Desde un punto de vista evolutivo el calzado resulta un impedimento para el desarrollo del pie y de sus funciones. Está claro que los niños necesitan el calzado para protegerse del frío y evitar heridas y rozaduras en el pie. Y es cierto que ya no vivimos en la época de la cavernas. Pero algo hay de instintivo en esa tendencia de los niños a andar descalzos.
Los padres nos mostramos reticentes a que los niños anden descalzos, pero la verdad es que se trata de un gesto que favorece la formación del arco del pie en los niños más pequeños, con lo que se pueden evitar problemas como el de los pies planos. Si además de andar descalzo, el niño realiza ejercicios caminando sobre los dedos y sobre el talón alternativamente, el desarrollo del pie se verá fortalecido.
Andar descalzo también tiene beneficios sobre el desarrollo muscular en la zona del pie y del tobillo. De esta manera el niño estará más protegido frente a las típicas lesiones derivadas del deporte infantil o de los juegos como son los esguinces o las torceduras. Siempre y cuando tengamos controlada la superficie sobre la que caminan descalzos, quitarse los zapatos es un gesto de salud para cualquier niño.
